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Cómo Internet y la IA están reconfigurando nuestra mente

Actualizado: 10 sept


Vivimos en una época de contradicciones fascinantes. Nunca antes tuvimos acceso a tanta información y, sin embargo, parece que cada vez procesamos menos profundamente lo que consumimos. La revolución digital, que prometía hacernos más sabios y conectados, está revelando un coste cognitivo que apenas comenzamos a comprender.

Puede que esto parezca una contradicción si lees mi anterior articulo, pero nada más lejos de la realidad. Aunque comentaba que la capacidad de adaptación del ser humano nos puede llevar a una singularidad que no implique una super inteligencia, sino más bien una sinergia perfecta hombre-máquina, lo cierto es que durante ese periodo de adaptación podríamos llegar a perder gran parte de aquello que durante milenios nos ha ido moldeando como especie.

El cerebro en modo escaneo

Internet no obstante nos ha entrenado durante dos décadas para convertirnos en escáneres humanos. Saltamos de enlace en enlace, de notificación en notificación, desarrollando lo que Nicholas Carr llamó "la mente superficial". Nuestros cerebros, extraordinariamente plásticos, se adaptaron a este nuevo entorno: hemos aprendido a picotear información en lugar de digerirla, a buscar la gratificación instantánea del siguiente clic en lugar de la satisfacción profunda de la comprensión.

Esta transformación no es trivial. Los estudios muestran que nuestra capacidad de lectura profunda —esa habilidad de sumergirnos en un texto complejo y seguir argumentos elaborados— está en declive. El modo de lectura en "F" (escanear los primeros párrafos y luego saltar diagonal) se ha vuelto nuestra configuración predeterminada, incluso cuando intentamos leer libros impresos.

La llegada de las IA: ¿acelerador o salvavidas?

Y justo cuando comenzábamos a entender estas transformaciones, llegó la explosión de las IA generativas. En apenas dos años, millones de personas han externalizado parcialmente su pensamiento a estos sistemas. Ya no escribimos, “prompteamos” (palabro de nuevo cuño destinada a definir otro nuevo concepto tecnológico). Ya no investigamos ni navegamos, preguntamos. Ya no reflexionamos, iteramos.

El fenómeno es comprensible: ¿por qué pasar horas elaborando un informe cuando una IA puede generar un borrador decente en segundos? ¿Por qué luchar con un problema complejo cuando podemos obtener una respuesta instantánea? La respuesta es posiblemente sencilla, pero esta conveniencia esconde una trampa sutil: estamos delegando no solo tareas, sino capacidades cognitivas fundamentales.

El coste oculto de la conveniencia

Cuando dejamos de escribir desde cero, perdemos la oportunidad de organizar nuestros pensamientos. Cuando aceptamos respuestas instantáneas, renunciamos al proceso de descubrimiento que fortalece nuestra comprensión. Es como usar siempre el ascensor y preguntarse por qué nos falta condición física viviendo en un segundo piso. Mi padre siempre me ponía el ejemplo de unas escaleras. De madera, para más señas. Si se utiliza todos los días y se pone cuidado en su mantenimiento, durarán toda una vida e incluso más. Cuerpo y mente son como una escalera de madera. Si dejan de usarse y de cuidarse de continuo, en poco tiempo los verás enmohecer para al final derrumbarse por su propio peso.

La atención al detalle sufre particularmente. Las IAs generan contenido plausible y coherente, pero a menudo con errores sutiles o "alucinaciones" que solo un ojo o mente entrenados pueden detectar. Paradójicamente, justo cuando más necesitamos esa capacidad crítica para validar el contenido generado, es cuando más la estamos perdiendo por desuso.

La concentración como especie en extinción

Quizás el cambio más profundo se esté produciendo en nuestra capacidad de concentración sostenida. El flujo constante de estímulos digitales ha reducido nuestra capacidad de atención a minutos, cuando antes podíamos mantenerla durante horas. Las IA, con su promesa de respuestas instantáneas, pueden estar acelerando este proceso. ¿Para qué mantener la concentración en un problema difícil si podemos obtener una solución inmediata?

Cal Newport advierte que la capacidad de trabajo profundo —concentración intensa sin distracciones— se está convirtiendo en una habilidad escasa y, por tanto, extraordinariamente valiosa. Mientras las máquinas se vuelven mejores en tareas superficiales, el pensamiento profundo y original podría convertirse en nuestro último (o único) diferenciador.

Navegando el futuro

No se trata de demonizar estas tecnologías (después de todo, cualquier IA es una herramienta fantástica). No se trata de insertar tornillos con las manos. Pero a veces, en vez de un atornillador eléctrico es preferible usar el destornillador de mano para ir con más cuidado u obtener un mejor resultado. Se trata de usar estas herramientas conscientemente, entendiendo sus efectos en nuestra cognición. Necesitamos desarrollar una "higiene digital" que proteja nuestras capacidades cognitivas fundamentales mientras aprovechamos los beneficios de estas tecnologías.

Tal vez la solución no sea resistir el cambio, sino diseñar deliberadamente espacios y momentos para el pensamiento profundo, la lectura sostenida y la creación desde cero. Como sociedad, necesitamos decidir qué capacidades cognitivas queremos preservar y cultivar, antes de que la conveniencia tecnológica tome esa decisión por nosotros.

La ironía es palpable: en la era de la información infinita y la inteligencia artificial, la verdadera inteligencia podría residir en saber cuándo apagar las máquinas y encender nuestra propia mente.

 
 
 

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