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El desafío logístico de España en la era de la digitalización global

Actualizado: hace 20 horas


España mueve cada año más de 1.500 millones de toneladas de mercancías, pero detrás de esta cifra impresionante se esconde una realidad que me preocupa: nuestro sector logístico opera con niveles de digitalización que nos sitúan por debajo de la media europea. En un momento donde la eficiencia logística determina la competitividad de las economías, esta brecha tecnológica no es solo un problema de un sector, es un lastre para todo el tejido productivo de la nación.

El diagnóstico: fragmentado y con una alta resistencia al cambio

El sector logístico español presenta una paradoja en su capa base. Por un lado, contamos con infraestructuras físicas de primer nivel (puertos como el de Barcelona y Valencia se encuentran entre los más transitados del Mediterráneo, poseemos una red de autopistas/autovías muy extensa y unas conexiones ferroviarias en continua expansión). Sin embargo, por el otro, la adopción tecnológica avanza a un ritmo que me recuerda cada vez más al siglo XX que al XXI.


La fragmentación del sector explica parte del problema. El 95% de las empresas de transporte españolas tienen menos de 10 empleados. Para estos operadores, la inversión en tecnología no es sólo costosa y compleja; es percibida como innecesaria para su supervivencia diaria. Mientras Amazon sincroniza millones de envíos con algoritmos de última generación, miles de pequeños transportistas españoles siguen gestionando sus rutas usando hojas Excel y comunicándose mediante WhatsApp. Cualquiera que haya recibido un paquete de la ya mencionada multinacional conoce las diferencias entre unos transportistas y otros.


Esta atomización crea ineficiencias en cascada. Los camiones circulan, extrapolando una media, vacíos en el 24% de sus trayectos. Los tiempos de espera en puertos, almacenes y aeropuertos se miden en horas cuando podrían y debieran ser minutos. La trazabilidad de la mercancías, la capacidad de saber dónde está cada producto en cada momento, sigue siendo una aspiración más que una realidad para la mayoría de operadores...

Las tecnologías que están transformando el sector (en otros países)

Mientras España debate, nuestros competidores implementan. Los puertos de Rotterdam y Hamburgo operan con gemelos digitales que predicen y optimizan cada movimiento de los contenedores. Las empresas logísticas alemanas y holandesas utilizan inteligencia artificial para predecir demanda, optimizar rutas y automatizar la gestión de almacenes. La aplicación de Blockchain está revolucionando la gestión de la documentación del transporte internacional, eliminando papeleos mientras que en España se siguen consumiendo tiempo y recursos en trámites burocráticos interminables.


La lista de tecnologías disponibles pero infrautilizadas en España es extensa: sistemas TMS (Transport Management System) que optimizan rutas en tiempo real, WMS (Warehouse Management System) que automatizan la gestión de almacenes, plataformas IoT que monitorizan condiciones de transporte, torres de control digital que proporcionan visibilidad end-to-end de la cadena de suministro, sistemas de sensores y posicionadores avanzados para el control de estado y localización, sistemas de predicción avanzados para una mejor toma de decisión y optimización de tiempos de respuesta... Cada una de estas herramientas existe, está probada y genera retornos de inversión documentados. Sin embargo, su penetración en el mercado español sigue siendo marginal.


Los cuellos de botella específicos del mercado español

España enfrenta desafíos únicos que complican su transformación digital. La última milla en nuestras ciudades históricas, con calles estrechas y restricciones de acceso, requiere soluciones tecnológicas específicas que van más allá de copiar modelos anglosajones. La estacionalidad turística genera picos de demanda que exigen sistemas flexibles y escalables. La dependencia del transporte por carretera —el 95% de las mercancías— hace crítica la optimización de este modo, pero también más compleja su transformación.


La interoperabilidad es otro talón de Aquiles. Cada puerto, cada operador ferroviario, cada empresa de transporte utiliza sistemas diferentes que raramente se comunican entre sí. El resultado es un ecosistema digital fragmentado donde la información se pierde en las interfaces, multiplicando errores y retrasos. Necesitamos estándares comunes y plataformas compartidas, pero el sector parece incapaz de superar sus rivalidades históricas para colaborar en este frente.


La formación: el factor humano olvidado

La tecnología sin personas capacitadas para usarla es hardware caro ocupando espacio. España necesita urgentemente un plan de formación masiva en competencias digitales para el sector logístico. No hablamos solo de formar programadores o analistas de datos (aunque también los necesitamos). Se trata de que cada conductor de camión debiera entender cómo usar un sistema de gestión de flotas y que supone más una ayuda que una amenaza como el gran ojo de Sauron, que cada operario de almacén pueda trabajar con sistemas automatizados que no hacen más que facilitarle su labor sin poner en riesgo su puesto de trabajo y que cada gestor sepa cómo interpretar analíticas predictivas que le permiten tomar decisiones más acertadas minimizando el riesgo de error.


Las universidades y centros de FP están empezando a reaccionar, pero a un ritmo insuficiente. Mientras tanto, el sector pierde talento joven que percibe la logística como un sector anticuado, sin entender que la logística del futuro será uno de los campos más tecnológicamente avanzados de la economía. El hecho de que Singapur, una de los países más ricos del mundo, hay construido su riqueza basándose únicamente en su capacidad como gestor logístico debiera ser suficiente para hacernos ver que la logística española puede ser una mina aún sin explotar y que se puede volver crítica para numerosos actores de la industria.


La ¿necesidad? de la sostenibilidad como catalizador

Paradójicamente, las exigencias medioambientales podrían ser el catalizador que el sector necesita. La presión regulatoria para reducir emisiones está forzando a las empresas a optimizar rutas, adoptar vehículos eléctricos y mejorar la eficiencia energética de los almacenes. Pero todas estas transformaciones requieren digitalización. No puedes optimizar lo que no puedes medir, y no puedes medir sin sensores, datos y sistemas de análisis.


Las zonas de bajas emisiones en las ciudades están acelerando la adopción de sistemas de gestión de última milla. Los requisitos de reporting de sostenibilidad están obligando a implementar sistemas de trazabilidad. La economía circular está demandando una logística inversa muy sofisticada. Cada nueva regulación ambiental es, en el fondo, un empujón hacia la digitalización. No el que me gustaría que fuese, pero dado que está ahí, no estaría de más aprovecharla para mejorar ciertas cosas.


La ventana de oportunidad (que se está cerrando)

España tiene activos importantes para liderar la transformación digital logística en el sur de Europa. Nuestra posición geográfica como puerta de entrada desde África y América, la fortaleza de sectores como el agroalimentario y la automoción que demandan logística avanzada, y la disponibilidad de fondos europeos Next Generation, crean una ventana de oportunidad única.


Pero esta ventana no permanecerá abierta indefinidamente. Cada mes que pasa sin avances significativos es terreno que cedemos a competidores más ágiles. Portugal está invirtiendo agresivamente en la digitalización del puerto de Sines. Marruecos está desarrollando Tanger Med como hub logístico tecnológicamente avanzado y Francia está desplegando corredores ferroviarios automatizados. Nos vamos a quedar sin comida en la mesa principal y eso, a largo plazo, nos va a penalizar severamente.


El camino hacia adelante

La transformación digital del sector logístico español no es una opción ni una alternativa; es una obligación, una cuestión de supervivencia económica. Necesitamos una estrategia nacional que combine inversión pública en infraestructuras digitales, incentivos para la adopción tecnológica por parte de las pymes, formación masiva en competencias digitales y, sobre todo, una visión compartida de hacia dónde queremos llevar el sector.


El futuro de la logística no se construirá sólo con más autopistas o puertos más grandes. Se construirá con datos, algoritmos y sistemas inteligentes que conviertan nuestra geografía privilegiada de nuevo en una ventaja competitiva real. La pregunta no es si España digitalizará su logística, sino si lo hará a tiempo para mantener su relevancia en las cadenas de suministro globales del siglo XXI.


La transformación está en marcha en todo el mundo. España debe decidir si quiere liderarla, seguirla o quedarse mirando cómo otros escriben las reglas del juego logístico del futuro, como ya sucede, por desgracia, en otros tantos segmentos del tejido productivo nacional.

 
 
 

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